domingo, 10 de junio de 2018

Carta a su enemigo

En el ocaso de su vida el comandante John Campbell, estaba sentado en su despacho, en su casa de Strachur, Escocia, las arrugas surcaban su rostro y su cabello estaba teñido de blanco. Miraba a través de un gran ventanal a la izquierda de la robusta mesa que presidía su despacho, con la mirada perdida, ensimismado en sus pensamientos. Había tenido una larga y excitante vida, pero en sus últimos años, algo se le venía insistentemente a la cabeza y no era otra cosa que la batalla de Pensacola.
Malditos perros españoles y maldito por siempre Bernardo de Gálvez. –masculló.
Señor, ¿me ha llamado? –preguntó su sirvienta asomándose a la puerta, era mulata, de unos treinta y cinco años, bella aunque en su rostro se reflejaba la dura vida que había tenido, su uniforme era negro con delantal y cofia blancos, llevaba un plumero en la mano.
–No, retírate. –le espetó malhumorado.
Cogió su pluma y se dispuso a escribir:

Odiado bastardo Gálvez,

Pensacola fue mi desgracia, mis esfuerzos en sacar adelante el envenenado encargo que recibí fueron en vano, allí viví la peor etapa de mi vida, sin dinero, sin medios, sin buques ni efectivos suficientes y sabiendo que no obtendría ayuda, aún así, jamás pensé que un loco suicida pondría en riesgo su propio pellejo y el de su flota como hizo vuestra merced. Estaba convencido que resistiríamos, venía un huracán y sus buques tendrían que resguardarse… Pero en cuanto lo vi aproximarse sentí que era el fin.
Su victoria fue mi desdicha, el resto de mi vida la he pasado intentando restablecer el honor perdido y como comprenderá, que un cuadro con su repugnante rostro cuelgue del congreso americano para recordar siempre esa maldita batalla como crucial en la victoria de la guerra de independencia de las colonias de América no es algo que me agrade ni que me haga especial ilusión.
Mis cuartos me ha costado, pagando a espías, rufianes y  malhechores, pero finalmente el cuadro que usted envió lo interceptaron y llegó a mis manos, yo mismo lo quemé y sus cenizas esparcidas por el viento  son la metáfora perfecta de su gesta, que se perderá para siempre y caerá en el olvido.

Brindé el día de su muerte con mi mejor whisky y brindo hoy al recordar y saber que murió sin el reconocimiento americano prometido, creyendo que había caído en el olvido y que los desagradecidos y traidores americanos creyeron que vuestra merced había rechazado su absurdo homenaje.

Esta es mi venganza, no es suficiente, pero es la que es.

John Campbell

Brindó al aire ceremonioso y bebió un trago de su vaso de whisky, releyó lo escrito, sonrió con malicia, se levantó lentamente y se acercó a la chimenea, quemó la carta recordando como unos años atrás quemó aquel cuadro.


FIN

sábado, 7 de abril de 2018

Marte

Y llegó el día mas temido.
Cuando recibieron el mensaje no se lo podían creer, pero tampoco se sorprendieron, había estallado la Tercera Guerra Mundial y en el fondo sabían que conllevaría la destrucción de la Tierra.
Gádor sentía una pena infinita, pero ya no reconocía a ese planeta como suyo, por eso decidió apuntarse a la misión a Marte, quería empezar de nuevo en un lugar sin las históricas rencillas entre países, culturas y religiones, rodeada de mentes brillantes que también necesitaban un cambio en su vida, ellos eran la esperanza de la humanidad.
La tranquilidad de la colonia se vio alterada por la noticia, como era de esperar no se hablaba de otra cosa, al principio con preocupación y temor por los familiares y amigos que habían dejado atrás hacía ya dos años, pero después se fueron calentando los ánimos, allí había personas que habían sido seleccionados de países y culturas diferentes. Empezaron los reproches y las discusiones, la tensión era insostenible y llegaron las primeras pugnas.
Gádor quería hacer mantener la cordura entre sus compañeros, hacerles ver que ellos no tenían que trasladar a Marte la guerra de la Tierra, pero ¿cómo calmar a alguien cuando su ciudad ha sufrido un bombardeo atómico?
Kwan, su único amigo allí, era muy cariñoso, alegre y entusiasta, ella lo llamaba Goku, porque se peinaba como el personaje de los dibujos animados de su infancia cuando se transformaba en súper Guerrero, aunque se teñía el pelo rojo, lo que le hacía mas gracioso.
Él estaba desesperado, su familia vivía en Seúl, había sido bombardeada y no podía contactar con ellos, ninguno podía, ya que las comunicaciones estaban controladas por Future On Mars, todo se hacía a través de ellos  y desde que recibieron todos en sus ordenadores el mensaje no habían vuelto a saber nada, solo que la Guerra había estallado a través de varías bombas atómicas lanzadas por varias naciones en diferentes capitales mundiales y que el ataque recibiría respuesta.

La falta de comunicación fue determinante para que el conflicto acabara estallando en Marte, había pasado un día y parecía un mes, Kwan discutió la noche anterior con Ryan porque EEUU según él no había estado a la altura y les culpaba de que los Norcoreanos bombardearan Seur, tuvieron que separarlos, por eso cuando al amanecer Ryan apareció muerto hubo quien culpó a Kwan; por otro lado los colonos se habían ido dividiendo en dos grupos, como en la guerra y aunque todos proclamaron su inocencia, nadie confiaba en nadie.

De camino a su habitáculo atacaron a Gádor, Theo le ayudó y convenció para que se quedara con él, era inglés, tendría aproximadamente treinta y ocho años, pelo castaño y ojos color miel. No había hecho más que servirle el té cuando escucharon disparos. La Guerra había estallado en Marte.
Consiguieron comunicarse con sus aliados, Gádor era pacifista no quería participar en esa locura, pero eran ellos o los otros y no le quedó mas remedio que luchar.
Consiguieron reunirse y repartieron las armas que tenían para su defensa, siempre le habían parecido innecesarias, no creía en la existencia de alienígenas y no tenía sentido pensar en un enfrentamiento con la Tierra, ahora pensaba que si no las tuvieran todo se habría tranquilizado.
Casi todos lucharon menos Kwan que fue encarcelado sin que Gádor pudiera hacer nada por él y algunos más que se negaron al no estar sus países implicados y fueron los primeros en morir.
Por la batalla quedó casi todo destrozado, los invernaderos quedaron arrasados, por lo que se quedarían sin alimentos cuando consumieran lo que había y aunque la Tierra no hubiera sido arrasada, no llegarían a tiempo de llevarles nada.

Gádor se defendía como podía junto a Theo, antes habían hablado muy poco y ahora se debían la vida, estaban en el comedor luchando por conseguir hacerse con las reservas de alimentos, Said había llegado antes que ellos y les disparaba con fiereza, la pistola láser de Gádor falló y en cuanto Said se dio cuenta fue a por ella, pero Theo se cruzó en su camino y se dispararon mutuamente.
No pudo hacer nada por ninguno de los dos, había un silencio atronador, nadie respondía a sus comunicaciones, buscó con cautela, pero todos habían muerto menos ella.
Lloró desconsoladamente ¿y ahora qué? ¿Era la última superviviente de la humanidad? ¿Merecía la pena vivir? Se metió la pistola en la boca, pero no fue capaz de disparar, estaba en la zona de control y de repente vio que se iluminaba la pantalla, habían recibido un mensaje.


Abrió la comunicación, era un vídeo del presidente de la compañía explicándoles que habían recibido un cíber ataque masivo que no habían podido controlar hasta ese momento, que no había estallado ninguna guerra, que podían estar tranquilos y les preguntaba que qué tal iba todo por allí. 

FIN